Noticia
La Fe Corsa: Luz De Una Isla, Herencia De Un Pueblo
15 noviembre 2025
Con La Fe corsa. Ensayo sobre la religiosidad popular, publicado por Domuni-Press, Michel Garnier presenta una obra profundamente arraigada, impulsada por el deseo de comprender y hacer comprender el alma espiritual de una isla donde la fe no es ni una supervivencia ni un folclore, sino un soplo vital.
Desde las primeras páginas, el exordio del cardenal François Bustillo otorga al conjunto un marco de gran claridad interior. En él evoca la visita memorable del papa Francisco a Ajaccio y «el soplo del espíritu del 15 de diciembre de 2024», llamado a seguir encendiendo los corazones corsos y, más allá de los mares, los del mundo entero. Esta introducción sitúa al lector en un camino donde la espiritualidad insular se despliega como una memoria viva y un fermento de futuro.
UN PUEBLO HABITADO POR UN IMPULSO ESPIRITUAL
La intuición fundadora del libro se arraiga en una afirmación del abbé François-Joseph Casta, citada al inicio: «Todo corso lleva en sí, casi de manera natural, un sentimiento religioso y un sentido cristiano que hoy deben hacerse más lúcidos y más fervientes». Esta observación, que Michel Garnier adopta plenamente, sirve de hilo conductor para su análisis.
La religiosidad corsa no es una acumulación de prácticas, sino la expresión de un movimiento interior, un legado transmitido y un vínculo íntimo entre fe, cultura y territorio.
Garnier muestra que esta disposición espiritual está moldeada por «una fe interior viva, donde continúan interactuando los factores geográficos, la cultura regional y las relaciones profundas que unen a todos los actores de la sociedad corsa en una misma comunión de destino firmemente arraigada en el catolicismo». La dimensión colectiva es central: la fe reúne, ofrece un lenguaje común e incluso vincula a quienes no se reconocen necesariamente como creyentes.
LA SEMANA SANTA: EL PUNTO CULMINANTE DE UNA RELIGIOSIDAD ENCARNADA
Entre las grandes manifestaciones litúrgicas evocadas por el autor, la Semana Santa ocupa un lugar singular. El obispo Mons. Brouwer, citado por Garnier, resume con fuerza lo que se vive en esos días: la religiosidad popular es «una irrupción del corazón humano que clama su sed de ser amado y su sed de ser salvado. En ese momento, es Jesús quien cuenta, y solo Él. Lo demás no importa». Estas palabras expresan bien la intensidad de participación que caracteriza la espiritualidad insular.
El Viernes Santo, el Catenacciu de Sartène constituye su punto culminante dramático. Para el autor, «el misterio de la Pasión es la cumbre de la religiosidad popular corsa». La procesión nocturna del penitente, que lleva la cruz y las cadenas, es descrita como «un auténtico catecismo vivo», donde toda la comunidad entra en comunión con el camino de Cristo. La participación del cardenal Bustillo en la procesión de 2024, retransmitida por primera vez en directo por televisión, subrayó la fuerza simbólica de este acontecimiento, que une gesto, memoria y fe en un mismo movimiento.
MARÍA, CORAZÓN SILENCIOSO DE LA IDENTIDAD CORSA
La devoción mariana, constitutiva de la espiritualidad insular, ocupa un capítulo esencial del libro. Garnier muestra cómo el Dio vi Salvi Regina, convertido con el tiempo en himno identitario, es hoy «un marcador muy fuerte de la identidad corsa que se funde y se confunde con la devoción a la Virgen María». Cantado al final de las liturgias y en encuentros civiles, expresa un apego donde se mezclan confianza, orgullo y memoria.
Las peregrinaciones del 8 de septiembre, hacia Pancheraccia, Lavasina o Casamaccioli, testimonian también esta relación con María, percibida como una presencia materna y protectora. Cada lugar despliega una historia, un rostro y una manera de expresar gratitud y esperanza. Garnier restituye esta dimensión con calidez, sin idealizar, dejando que la belleza propia de estas tradiciones hable por sí misma.
LA FE QUE HABITA LAS CASAS
Uno de los aportes más conmovedores de la obra reside en su capacidad para entrar en la intimidad de la transmisión de la fe. El autor recuerda, siguiendo al papa Francisco, que «es en el silencio de la vida familiar donde la mayoría de nosotros aprendimos a rezar, a amar, a vivir la fe».
La religiosidad corsa se despliega así en los gestos simples: una cruz en la pared, una oración nocturna, un estribillo que vuelve durante las veladas. Estas prácticas no pertenecen al folclore, sino a una fidelidad profunda a lo recibido en la infancia y transmitido en la suavidad de las relaciones familiares.
La lengua corsa misma porta esta huella. Proverbios, giros y expresiones cotidianas contienen una sabiduría espiritual donde Dios, María y los santos ocupan un lugar familiar. Como muestra Garnier, esta dimensión lingüística no es secundaria: expresa la manera en que la fe se inscribe en lo real, en los hábitos, en la forma de mirar la vida.
UNA TRADICIÓN ORIENTADA AL FUTURO
Lejos de considerar la religiosidad popular como un simple legado, el autor muestra cuánto abre perspectivas para el presente. Frente a las fragilidades contemporáneas —declive demográfico, recomposición social, alejamiento de la práctica— la religiosidad popular aparece como un apoyo, un lugar de renovación.
Permite seguir construyendo Iglesia juntos, a veces fuera de los marcos institucionales, pero siempre en fidelidad a Cristo.
Garnier cita el Directorio sobre la piedad popular, que afirma que esta constituye «un instrumento providencial para la salvaguardia de la fe», permitiendo que el pueblo cristiano avance hacia «una fe más madura y más profunda». En este sentido, la visita del papa Francisco en 2024 y las palabras que dirigió a Córcega cobran todo su significado: la isla, lejos de ser periférica, aparece como un lugar donde se reinventa una manera de creer.
UN LIBRO QUE ILUMINA, REÚNE Y TRANSMITE
Al cerrar La Fe corsa, el lector comprende que el ensayo de Michel Garnier supera el simple análisis. Es un texto habitado, sostenido por una mirada atenta, capaz de unir erudición y sensibilidad. Revela una religiosidad que respira con la isla, una fe que se deja ver tanto como escuchar, una espiritualidad íntima que riega tanto las grandes celebraciones como la vida cotidiana.
Córcega aparece, en estas páginas, como una tierra de luz espiritual: un lugar donde la fe, lejos de haberse erosionado, sigue siendo un punto de referencia, una fuerza y una promesa. En un mundo a menudo desorientado, Garnier recuerda cómo las tradiciones vivas pueden convertirse en recursos para el futuro y ofrecer un lenguaje común a quienes buscan caminos de sentido.
