Metafísica. Nacimiento y clarificación del proyecto metafísico.

Este curso busca acompañar al estudiante en esa travesía, no ofreciendo certezas definitivas, sino abriendo horizontes de interrogación que son, en última instancia, la esencia misma del filosofar.
Código del curso: ESPH07
Profesor: Dr. Matthieu Dubost
Hoy en día, la sola mención de la palabra metafísica puede generar cierto recelo o incluso rechazo. En el lenguaje cotidiano, el término suele usarse en un sentido peyorativo, como sinónimo de especulación excesiva, de pensamiento abstracto carente de utilidad práctica o de un discurso oscuro y distante de la experiencia concreta. Sin embargo, esta apreciación superficial no hace justicia a la riqueza y profundidad de una disciplina que forma parte de los cimientos mismos de la racionalidad occidental y que ha acompañado, con sus luces y sombras, el devenir del pensamiento filosófico desde hace más de 2.500 años.
Lejos de ser un lujo intelectual o una desviación del razonamiento riguroso, la metafísica nació en el corazón de Grecia, junto con las matemáticas y las primeras ciencias, como un intento sistemático por comprender la naturaleza última de la realidad. Tales de Mileto, Anaximandro, Parménides, Heráclito, Platón y Aristóteles se preguntaron no solo por los fenómenos observables, sino también por los principios que los sustentan, por aquello que permanece más allá del cambio, por el ser mismo en cuanto ser. Desde entonces, la metafísica ha constituido una disciplina que, aun en diálogo constante con las ciencias, conserva un estatuto propio y una vocación radical: interrogar lo que hay de más fundamental en el mundo y en nuestra existencia.
El desafío de una definición
Una primera dificultad surge al intentar definir la metafísica. El término mismo es ambiguo: designa a veces un corpus de doctrinas, otras veces un método de reflexión, y otras, una simple actitud ante el enigma del ser. Aristóteles ya advertía que el objeto de la metafísica podía entenderse de distintos modos: como la ciencia del ser en cuanto ser, como la investigación de los primeros principios o como el estudio de lo inmóvil y separado. Santo Tomás de Aquino, al comentar a Aristóteles, mostró cómo estas definiciones convergen en la idea de una ciencia suprema, la más “divina” de todas, pues no se subordina a ninguna otra y aborda directamente tanto los fundamentos de la realidad como la cuestión de Dios.
Sin embargo, esta aparente unidad no ha impedido que la metafísica haya sido objeto de múltiples interpretaciones y reformulaciones a lo largo de la historia. Desde Kant, que la definió como el conocimiento por conceptos puros de lo que está más allá de la experiencia, hasta filósofos contemporáneos como Strawson, que la conciben como el estudio de las estructuras conceptuales más generales, la diversidad de definiciones sugiere que más que una disciplina cerrada, la metafísica constituye un proyecto abierto, en constante redefinición.
La inevitabilidad de la metafísica
A pesar de las críticas y los intentos de superación, la metafísica parece ineludible. Como señalaba Pascal, no es posible escapar de ella porque trata del ser mismo. Incluso cuando se pretende rechazarla, ya se está adoptando, de manera implícita, una postura metafísica. La distinción entre definiciones nominales y reales, introducida por Aristóteles, muestra que cualquier intento de definir con precisión un objeto remite a su esencia, y este gesto es ya un acto metafísico.
Por eso, el desprecio contemporáneo hacia la metafísica —al reducirla a un adjetivo peyorativo, una suerte de “delirio” filosófico— revela más un malentendido que una superación auténtica. Que una de las disciplinas más antiguas del pensamiento racional siga siendo cuestionada después de 25 siglos es una prueba no de su fracaso, sino de su vigencia: el proyecto permanece abierto porque las preguntas que plantea siguen siendo esenciales y no admiten respuestas definitivas.
La metafísica como campo de batalla
Kant la describió como un “campo de batalla”. No podía ser de otro modo, pues la ambición de la metafísica es responder a preguntas últimas: ¿qué significa ser? ¿existe un principio primero? ¿hay un fundamento último de la realidad? ¿cuál es la relación entre lo sensible y lo inteligible, entre lo finito y lo infinito? Tales cuestiones no solo han suscitado múltiples respuestas, sino también férreas críticas. La metafísica, desde sus orígenes, se debate entre su aspiración a ser ciencia y la sospecha de que sus resultados son insatisfactorios.
Esta tensión atraviesa toda su historia. Para algunos, la metafísica es demasiado abstracta, una construcción sin contacto con la experiencia. Para otros, representa la aspiración más alta de la razón, la que permite dar sentido a la totalidad. Y aunque la filosofía analítica del siglo XX declaró la “muerte” de la ontología tradicional, lo cierto es que la metafísica sigue viva, reformulada en nuevos lenguajes y bajo nuevas problemáticas.
Método y enfoque pedagógico
El presente curso no pretende agotar una disciplina tan vasta ni recorrer exhaustivamente toda su historia. Se trata, más bien, de una iniciación problematizada, que prioriza las preguntas fundamentales sobre la mera exposición lineal de doctrinas. La elección pedagógica consiste en colocar al estudiante en el centro del cuestionamiento metafísico, enfrentándolo a las paradojas y tensiones que han acompañado siempre a esta disciplina.
Así, cada capítulo planteará una serie de problemas principales y secundarios, articulados en torno a cuestiones esenciales como:
- ¿Es la metafísica una disciplina autónoma y legítima?
- ¿Tiene un objeto propio o se dispersa en múltiples temas (sustancia, Dios, lógica, totalidad, etc.)?
- ¿Debe abandonarse la metafísica o, por el contrario, reformularse?
- ¿Qué significa hablar de una historia de la metafísica: progreso, repetición o pura reinvención?
Estas preguntas, lejos de ser meramente retóricas, constituyen ya un ejercicio de metafísica, en la medida en que invitan a pensar radicalmente las condiciones mismas del pensamiento.
Una travesía histórica y conceptual
Aunque el curso no busca ofrecer una historia exhaustiva, sí recorre los hitos fundamentales: el nacimiento griego de la metafísica con Parménides y Aristóteles, la reelaboración medieval en diálogo con la teología cristiana, la crítica moderna desde Descartes y Kant, y la reconstrucción contemporánea con Hegel, Husserl y la filosofía analítica. Cada momento se abordará no solo como una etapa histórica, sino como un nodo conceptual que ilumina el desarrollo del proyecto metafísico.
La atención se centrará especialmente en dos ejes:
- La naturaleza de la sustancia, como categoría fundamental que articula las cuestiones del cambio, la permanencia y la identidad.
- La relación entre la metafísica y la idea de Dios, es decir, la dimensión ontoteológica que atraviesa toda reflexión sobre el ser.
Conclusión: una invitación al cuestionamiento
En definitiva, este curso invita a entrar en el terreno movedizo pero fascinante de la metafísica. No se trata de memorizar definiciones o sistemas, sino de ejercitar el pensamiento en su dimensión más radical, allí donde se pregunta no solo por lo que hay, sino por lo que significa que haya algo en lugar de nada.
La metafísica es ineludible porque el ser mismo nos interpela. Es conflictiva porque sus respuestas son siempre parciales y discutibles. Es fecunda porque obliga a la razón a confrontar sus propios límites. Este curso busca acompañar al estudiante en esa travesía, no ofreciendo certezas definitivas, sino abriendo horizontes de interrogación que son, en última instancia, la esencia misma del filosofar.