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THUNDER ROAD (USA 2018)

THUNDER ROAD (USA 2018) 23 de Junio de 2020

 

¿De qué habla la canción de Bruce Springsteen que da título a esta película?: de la tierra prometida, donde quiera que esté; de esa tierra donde están los sueños que permiten creer que puede existir un lugar mejor. Significando además un viaje en busca de la libertad, es también un himno al pasado, siendo pues una canción repleta de esperanza. Sugiere que si tienes fuerzas para encontrarte a ti mismo, ya habrás logrado un gran triunfo. La película trata de un actual policía norteamericano, que a partir de la muerte de su madre, su mundo emocional se desmorona: su trabajo, su iniciado divorcio, la custodia de su hija, sus amistades y su entorno, los desconocidos últimos días de su madre,…, pero que quiere encontrar y llegar a esa tierra prometida de la canción del Boss.        

         Film de bajísimo presupuesto, del que se hace un excelente empleo, recayendo gran parte de su peso en Jim Cummings, que lo dirige, produce, escribió el guión, editó, hizo parte de la banda sonora y actúa.  

         ¿De dónde ha salido este Jim Cummings?: del denominado "cine independiente americano", adaptando un cortometraje propio del 2016 y convirtiéndolo en un largo sorprendente de 92 minutos. Es una comedia negra cargada de emoción, de inmensa crueldad con la sociedad e infinito cariño por sus criaturas. Una mixtura complicadísima de resolver y de componer en lo ético y en lo estético.

         Por eso es un film digno de estudio sobre las emociones humanas más comunes, en un hombre que tiene un difícil trabajo, pues lidia con la necesaria dureza con los problemas de los demás, con la muerte y la violencia.

      En sus casi diez minutos iniciales, Cummings despliega como intérprete una variedad de registros apabullante, sin desmerecer tampoco el resto en las escenas posteriores, sobre todo la pequeña Kendal Farr como su hija. El protagonista es realmente patético, querible, comprensible, admirable y tremendamente conmovedor. Los cambios de registros de Jim, que pasan de un momento a otro con gran rapidez y naturalidad, son dignos de elogio y de gran técnica; siendo uno de los pocos actores actuales que sostienen un primer plano de una manera hermosa, que permite al espectador, acercarse al personaje sin poderlo capturar en toda su dimensión, porque uno queda con ganas de que a este policía le vaya lo mejor posible en la vida, que con cada tropiezo, uno se interesa por saber cómo va a lidiarlo. Sus emociones incontenibles pueden llegar a ser muy repetitivas, pero eso demuestra lo ordinario y lo común que es enfrentarse a ello.

         La inicial puesta en escena está planificada con un recurso sencillo, pero ejemplar: un plano secuencia que es un lentísimo travelling de acercamiento por el pasillo central de la iglesia, desde un encuadre general hasta un amplio primer plano, que converge a la perfección con su tono de afligido e incontrolable hijo. Se intuye el desconcierto de los presentes ante cada frase, ante cada mueca, avanza al mismo ritmo que la cámara, centímetro a centímetro. Su mirada atónita ante este errático comportamiento es también la nuestra como espectadores: por la excentricidad de su actitud, por la ambigüedad de su discurso y, sobre todo, por el talento de su creador.

      Pasa luego a ofrecer una descripción memorable de un hombre que no está preparado para lidiar con sus propios sentimientos, una viva imagen de lo que a veces nos sucede a muchos de nosotros. Es una muy peculiar y extraña película tragicómica de humor negro en la que el sentido común y la educación ausentes en la sociedad actual, son plasmadas en un personaje con dislexia que tiene ciertos problemas psicológicos. Tiene mucha más profundidad de la que parece a simple vista, pues subyace y muestra una angustia y padecimiento moral grande, capaz de conmover profundamente y agitar el ánimo con violencia cuando se empieza a reconocer todo aquello que avergüenza. Como en las grandes comedias negras, todo es cómico y trágico al mismo tiempo, y no sucesivamente, hasta alcanzar con ello la frontera de lo patético.

       La compleja existencia de este policía es narrada utilizando como símbolo vital la canción de Bruce Springsteen. Y, sin embargo nunca se escucha, pues hubo un problema con los derechos que indujo a Cummings a un gran acierto: cuando en el desenlace, junto a los títulos de crédito finales, el relato vuelve a la capilla ardiente en forma de esclarecedor flashback y de último adiós, que no desvelaré. Solo tiene una posibilidad de respuesta por parte de los que hemos disfrutado con la película: una amplia sonrisa de calma y cariño por un tipo inabarcable, pero que nos invita a reflexionar.

          Jim Cummings, actualmente de 34 años de edad, es un director con un futuro prometedor y hay que seguir su rastro futuro.

 



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