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LAS ILUSIONES PERDIDAS (Francia 2021)

LAS ILUSIONES PERDIDAS (Francia 2021) 8 de Julio de 2022

Tanto en su éxtasis como en su fracaso, la vida de un incipiente joven poeta, criatura a la vez ingenua y ambiciosa, brillante y errada, creación del escritor francés Honoré de Balzac, publicada en 1837, ha encontrado en esta versión de Xavier Giannoli el mejor modo de traspasar la pantalla del cine. Las ilusiones perdidas, novelón de 750 páginas, paradigma del complejo salto desde la quimera del triunfo literario hasta el fango de la depravación moral del mal periodismo (ausencia de principios- ambición-mala fe-rumores-publicidad), ofreciendo una semblanza de la Francia parisina de la Restauración, cuando la monarquía de Carlos X y su aristocracia pretendieron clausurar las publicaciones liberales que traían a malvivir a la corona borbónica.

Ello se ha convertido en esta formidable película de Giannoli, que ya venía apuntando maneras de excelente director en sus últimos trabajos. Y además lo ha logrado parecería ser -pues no he leído la novela- dándole un buen revolcón a la novela, sin necesidad de traicionar su esencia, así lo afirman los que la han leído y visto. Naturalmente, tratándose de un texto tan amplio, muchos acontecimientos y personajes habrán desaparecido, e incluso se habrá tomado libertades importantes. Sin embargo, nada perturba la esencia del original. Si acaso, la completa, la moderniza en cierto sentido, sin tener que cambiar época ni ambientación.

En ella las resonancias contemporáneas de las lamentables prácticas de aquel periodismo francés de la primera mitad del siglo XIX, son constantes. Y no es difícil ver en la desinformación intencionada de la prensa de la época algunas de los más deleznables ejercicios de fake news de la actualidad en torno a la política, a la sociedad e incluso a la cultura.

El director huye del academicismo con una adaptación modélica. Y es que eso es el cine: otro lenguaje. Y se hace acompañar de una dirección artística de relumbrón en la que nada suena a efecto digital y sí a gran trabajo de ambientación real. Este cineasta ha sabido componer una obra nerviosa y desbordante cuando lo requiere la acción, pero tranquila y reposada en los instantes oportunos. Son las ilusiones perdidas de un joven capaz y codicioso, en la jungla parisina del periodismo, la política y la sociedad de 1815 a 1830. La de entonces, y quizá la de ahora.

Condensar el libro de Balzac en una película, es algo complejo, por ello la labor de Xavier Giannoli y Jacques Fieschi, guionistas del film, es bastante memorable. Las ilusiones perdidas parte de una estructura narrativa clásica para relatar el ascenso a los cielos y caída a los infiernos de un personaje bien trabajado, lleno de matices y volúmenes. Todo ello narrado por una voz en off que quizá toma elementos de la novela y que aporta añadiendo significados. Esta voz puede ser un poco molesta inicialmente, pero se acaba volviendo imprescindible pues es la del narrador de la historia de las “ilusiones perdidas” del joven protagonista y completa bien lo que narran las imágenes.

A esta gran creación de guion se le suman las inmejorables actuaciones del elenco de sus intérpretes, así como una dirección y una fotografía impolutas. Además con una excelente música de acompañamiento que subraya el vértigo de los tiempos, el frenesí de los personajes, con los sones barrocos y vigorosos de Bach y de Vivaldi, atemperados en los momentos de intimidad y remanso con los acordes de Schubert, Lizst o Chopin.

Ambición, derroche, lujo, champagne, sexo, corrupción, clases sociales, status, vocación… todo eso en un cocktail muy bien montado y narrado. Pero nos recuerda que a pesar de todo, siempre hay un Poder que gana, una clase poderosa que puede dejarnos jugar a las casitas, pero que cuando nos pasamos, nos recuerda duramente quién manda.

El director Giannoli cuestiona siempre en sus películas la mentira, lo verdadero y lo falso, la soberbia o la impostura, y así asistimos a un retrato muy bueno del París del siglo XIX donde todo se compra y se vende fácilmente.

Se ha de reconocer que los 144 minutos de la cinta son un poco exagerados. Pero quizás no se podían reducir más sin afectar a la obra de Balzac. A pesar de su largo metraje, el film es sorprendentemente ágil y capta la atención; aunque es cierto que la duración acentúe algunos pequeños defectos.

La película consigue proponer una enérgica radiografía de las tensiones sociales de aquella época, no exenta de resonancias sobre los medios de comunicación contemporáneos, presentando una lectura actual y emocionante de Balzac, pues es perfectamente extrapolable al presente. Nos encontramos en un momento en el que los influencers son modelos de opinión pública, en un espacio en el que todos opinan y muy pocos serios son escuchados.

Es un film grandioso, desaforado, apasionado y apasionante, que recrea de forma prolija un ambiente histórico cuyos ecos alcanzan el presente. Una obra interesante e inteligente a la vez, con una de las mejores reflexiones sobre el comercio de la opinión pública. Una película que da para debatir sobre periodismo, clases sociales, aspiraciones personales insanas, el fracaso y el triunfo, la influencia de los críticos, el comercio de la verdad…

El film se presentó el año pasado en la sección oficial de la Mostra de Venecia y ganó siete premios César del cine francés. Clara muestra del gusto, refinamiento y amplio fausto productivo casi legendario, con que los franceses saben tratar temas de su Historia en versión cinematográfica. En síntesis, es una gran propuesta cinematográfica.

Alfonso Esponera Cerdán, o.p.



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