JUDAS Y EL MESÍAS NEGRO Y LOS PREMIOS OSCARS

Entre las películas que en los últimos tiempos nos han puesto frente a personajes o acontecimientos históricos emparentados con los Panteras Negras, pocas alcanzan la intensidad de Judas y el Mesías negro (USA 2021, 126 min). Muy por encima de El juicio de los 7 de Chicago -con la que uno de sus personajes están directamente conectados- y La madre del blues y las tres estuvieron postuladas para alguna de las categorías de los pasados Oscars (¿su necia cuota de lo afroamericano de obligado cumplimiento desde hace un tiempo?).
Esta película de Shaka King se aleja de recreaciones estereotipadas del pasado gracias a unos personajes construidos más allá del biopic autocomplaciente. Está basada en la historia real del asesinato de Fred Hapton por el FBI, que ocurrió en 1969 en Chicago. El FBI y la policía lograron infiltrarse en el grupo de los Panteras Negras de Illinois para espiar a su líder Hapton (Daniel Kaluuya), hombre muy carismático, noble y generoso que luchaba con gran coraje por acabar con la opresión de la comunidad negra. La madeja de traiciones y delaciones se enredará cada vez más y el infiltrado (Lakeith Stanfield) tendrá que actuar inevitablemente como el Iscariote.
El espectador alertado por el sugestivo título fílmico de tinte evangélico, puede esperar referencias a la relación de Judas con Jesús que se narra en el Nuevo Testamento. No es así, es más bien una analogía, dejando a un lado las referencias tales como la oscuridad de la noche del momento de la traición, la bebida en lugar del beso, las llaves de una gasolinera por las 30 monedas,… Es la eterna y repetida historia del maestro que es traicionado por su discípulo.
Veraces y complejos, los personajes del film están dotados de identidad propia, lo que hace volar a un reparto en el que destacan las actuaciones del excelente L. Stanfield, que no le dieron ningún Oscar, y de D. Kaluuya, que optaba al de mejor actor secundario y se lo concedieron. Pero no están solos, los secundarios también se emplean a fondo.
Frente a otras indagaciones sobre aquellos años, el director se entretiene lo justo en las estampas pintorescas de los sesenta y los clichés de los Panteras Negras, y si lo hace lo aliña con mejor gusto que la mayoría de otros intentos.
Si Kaluuya contagia de proclamas revolucionarias al patio de butacas mostrando el enorme talento como orador de su personaje, Stanfield interioriza de tal manera su triste personaje (documentado desde el inicio con la larga entrevista que realizó años después para la serie sobre los derechos civiles Eyes On The Prize II: America At The Racial Crossroads 1965–1985), que logra arrastrar al espectador hasta su misma espantosa encrucijada: la lucha interior en la que se debate entre fidelidad o sedición
Realizada con una gran tensión que recuerda el cine Martín Scorcesse, donde no se alargan las escenas violentas en exceso, si bien hay varias que algún espectador las rechazará por duras. También se acude a las elipsis para hacer avanzar el film.
Denuncia los métodos inhumanos de las poderosas instituciones gubernamentales -las cloacas del Estado- que no evitan ningún método ni medio por muy cruel y violento que sea. Pero también señala los métodos violentos de los grupos negros radicalizados. Junto a esto tan negativo, aparece la exaltación de los valores tales como: el amor, la fidelidad, el coraje, la generosidad, el sacrificio y la entrega de la vida por un causa.
Aunque los hechos ocurrieron hace ya más de cincuenta años, la lucha de los afroamericanos -hoy del Movimiento Black Lives Matter («Las vidas negras importan» o «Las vidas de los negros cuentan»)- por el reconocimiento de su dignidad se está repitiendo en estos tiempos nuestros, quizá por eso la actualidad y oportunidad de esta película.
Por otra parte, paradójicamente en el año más crítico del cine en toda su Historia, la selección de películas que se postyularon como mejores a los Oscars de la Academia norteamericana de Cine -además de la más arriba reseñada- es inmejorable. The Father ("El padre"), Sound of Metal ("El sonido del Metal") y ella, ganaron dos estatuillas cada una; así como Ma Rainey's Black Bottom ("La madre del blues"), Mank y Soul. Hay que añadir otras también premiadas como Nomadland; Minari, historia de mi familia; Una joven prometedora; El juicio de los 7 de Chicago y Otra ronda. Todas son interesantes, con excelentes actuaciones la mayoría y buenos aspectos técnicos y fotográficos, habiéndoseles concedido premios en diversos rubros, conteniendo por otra parte muchas bellos y hermosos discursos humanistas que señalan la búsqueda de trascendencia.
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