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Introducción al Credo cristiano

Introducción al Credo cristiano

[TEO206] En este ambiente tan postreligioso parece fuera de lugar nuestra opción: presentar de forma sencilla una reflexión sobre el Credo cristiano, como posibilidad para comprender mejor los misterios que se encierran en nuestra confesión de fe, pero especialmente para vivir con mayor hondura las dimensiones que brotan de esas verdades. Doble perspectiva que no debe desaparecer nunca a lo largo de las próximas páginas. Es conveniente la fe-conocimiento, pero si esa fe no se transforma en una fe ejercida o vivida gozosamente, la primera quedará reducida a pura ciencia sin incidencia ni resonancias más allá del acerbo cultural.

Profesor: Dr. Miguel Ángel Medina

I. Presentación

“No concibo a un hombre culto sin la preocupación religiosa, y espero muy poca cosa en el orden de la cultura de aquellos que viven desinteresados del problema religioso”. Son palabras de Unamuno. Pero no vivía en nuestra época. A nosotros nos ha tocado vivir en una época de plena secularización: se ha perdido el valor que antes se reconocía a los símbolos e instituciones religiosas, crece la ocupación en tareas pragmáticas, desinteresándose del más allá, se separa la sociedad y la cultura de las instituciones religiosas, se reduce la religión a mera antropología, se desacraliza la naturaleza, convertida en objeto de dominio técnico.. En suma, hemos tenido que conceptualizar este fenómeno y las imágenes que se han propuesto son tan variadas como: eclipse de Dios, muerte de lo sagrado, crepúsculo de los dioses, cultura postreligiosa, etc.

En este ambiente tan postreligioso parece fuera de lugar nuestra opción: presentar de forma sencilla una reflexión sobre el Credo cristiano, como posibilidad para comprender mejor los misterios que se encierran en nuestra confesión de fe, pero especialmente para vivir con mayor hondura las dimensiones que brotan de esas verdades. Doble perspectiva que no debe desaparecer nunca a lo largo de las próximas páginas. Es conveniente la fe-conocimiento, pero si esa fe no se transforma en una fe ejercida o vivida gozosamente, la primera quedará reducida a pura ciencia sin incidencia ni resonancias más allá del acerbo cultural.

El creyente cristiano no es un partidario, sino un testigo. Ser testigo supone, pues, encontrarse en la situación de quien se ha entregado, no a una idea parcial ni siquiera a un ideal, sino a una Persona tal que tiene capacidad de exigir el don total y sin condiciones. Sólo Dios puede ser esa Persona y cuando el hombre responde a esa llamada debe hacerlo de modo total porque entra en comunión con la Verdad y el Amor. En el vocabulario bíblico la raíz clave para referirse a la fe es la raíz heemin, que significa firmeza, estabilidad, consistencia. De esa raíz procede la palabra amen, que se utiliza a veces como confesión de fe: "así sea, así es". La fe, pues, está asociada a la noción de firmeza, estabilidad, consistencia. Son fiables las cosas que son firmes, estables o consistentes, como la roca. Quizá por eso la imagen de la "roca" es utilizada con tanta frecuencia para confesar la fe en Dios.

La fe en cuanto acto de la entera persona, con todas sus facultades y fuerzas, hace posible y da lu-gar a una experiencia que es una percepción, a través de la vida, de la realidad creída, de la relación única con Dios y del propio sujeto en cuanto afectado por una nueva situación, por una forma plena de su estar en el mundo, con todas las consecuencias que ese hecho conlleva.

Pero, en el fondo, se trata de una historia. Pues la fe tiene historia. En su despertar, no es firme ni acabada; es vida, y todo lo que es vida es porvenir. En su evolución, la fe atraviesa, pues, por diversas fases: altos y bajos, períodos de crisis y períodos de desenvolvimiento tranquilo. El devenir de la fe perso-nal pasa por etapas variadas. Su historia abarca al hombre por entero, en su singularidad, su fuerza y sus debilidades, en su temperamento, sus experiencias y su ambiente.

Uno de los primeros nombres con que se conoció a los cristianos, ya desde la primera mitad del si-glo I, fue el de "seguidores del Camino" (Hech 9,2). Presentar la fe cristiana como un camino significa reconocer que dicha fe imprime una dirección a la vida. Ese sentido que el Evangelio propone a la existencia humana encierra una serie de paradojas y exige determinadas rupturas, pero no por ello deja de responder a la búsqueda de sentido del ser humano.

La fe cristiana responde, pues, a la profunda aspiración humana de lograr la unificación de la exis-tencia. Hay en el proyecto cristiano una visión (o puede que varias) de la aventura humana que impulsa a los creyentes a asumir su propia vida y a tratar de conseguir que el sentido de la historia se oriente en dirección a una mayor humanización. Unificar la propia vida en función de la propia fe, ser "lógico" en el momento de tomar decisiones, es una tarea necesaria y nunca acabada de la maduración de la fe.

Tres dimensiones deben tenerse en cuenta en el proceso dinámico de la fe: fe conversión; fe conocimiento; fe aptitud y ejercicio. Desde el mismo momento de la conversión, la confianza puesta en Dios se convierte en el criterio profético y normativo para ordenar, jerarquizar y autentificar los proyectos y realizaciones personales. Se vive en la fe sólo cuando ésta, en sus diversas dimensiones, asegura una orientación permanente en el proceso de consolidación de la estructura de personalidad; cuando funciona como cuadro de significados constantes y coherentes que dirigen y seleccionan la atención y la percepción del sujeto y, finalmente, cuando sirve para interpretar las situaciones de vida. Por la fe el creyente accede a un nuevo conocimiento de sí mismo y de la historia, del sentido y del destino de la historia personal y comunitaria, que afecta existencialmente a la propia salvación, al propio destino.

Sin embargo, en el acto de fe interviene también y esencialmente la voluntad. Nada me obliga a creer: creo si quiero. La voluntad consiente voluntariamente a lo que la inteligencia conoce. No basta con querer creer, porque la fe ante todo es gracia, pero sólo el que quiere creer, acaba creyendo, porque la gracia es ineficaz ante la oposición de la voluntad.

Inteligencia y voluntad intervienen armónicamente en el acto de fe. La cooperación de ambas en el acto de fe no tiene lugar a través de momentos sucesivos, sino mutuamente implicados y situados en la unidad del acto del entero ser personal. Es la persona en su totalidad la que cree, y es la entera persona la que queda afectada por su acto de fe. Creer a Dios no es sólo asentir a su palabra, sino entregarse total-mente a Él, dejándose afectar en toda la hondura del ser, de forma que todo se hace entrega intencional, y se está dispuesto a supeditarlo todo a la fe.

Si la fe cristiana pertenece al orden de la "respuesta", se comprende la importancia de que sea libre y personal. Hay que conceder que la libertad del acto de fe está siempre más o menos determinada. Inclu-so cuando parecen darse las condiciones interiores y exteriores para que la persona pueda realizar un acto libre, esa libertad asusta, porque compromete y porque, al ejercerla, entra uno en contacto con toda la riqueza y, a la vez, con todas las limitaciones de su propio ser. Cuanto más libre es un acto, tanto más grande es, pero también es tanto más exigente. "La libertad no es una prerrogativa, sino una tarea que realizar" (Gérard Artaud).

Las afirmaciones o contenidos de la misma no me son accesibles, o al menos no en primer término, por mi propia intuición y experiencia. Las acepto más bien de Aquel, en quien creo y a quien creo, las acojo en virtud de su testimonio, de su conocimiento, de su visión, en virtud de la autoridad que subyace en sus palabras. Y mediante esa acogida ocurre que entro en comunión, comparto la visión, pensamientos, ideas y conocimientos de aquel al que creo, soy acogido en la comunión de su espíritu y de su corazón. El otro se convierte en el fiador, salvaguarda y testigo de verdad y conocimiento.

Mediante la ordenación de la fe afirmativa a la fe como confianza, la fe en unas verdades, ya no es un acto aislado, sin relaciones y flotante en el aire, sino un acto fundamentado, sostenido y enmarcado por algo más grande y más vasto: se fundamenta en la persona a la que creo. Se hace así patente la forma fundamental de la fe. Su núcleo es la confianza, la afirmación y reconocimiento de la persona y el conoci-miento de lo que en ella se manifiesta. Con ella se afirma también lo que llega de esa persona como ex-presión y enunciado en concreto: ante todo y sobre todo como afirmación de la persona sobre sí misma, sobre sus sentimientos, sus propósitos y su mismidad. La fe afirmativa referida a la persona se fundamen-ta sobre la fe en el tú. La afirmación que afecta a la persona en su mismidad es aceptada, porque también se acepta a la persona en la que creo y a la que creo.

Incluso las afirmaciones que no se refieren al desvelamiento de la persona en sí sino a enunciados que esa persona hace, puedo aceptarlas en razón sobre todo de la persona, por su cualificación y compe-tencia, por su autoridad. Dios, la realidad que todo lo determina, no puede estar por debajo del nivel de lo personal, en el que entran el ser uno mismo, el espíritu, la autoposesión, la libertad y el amor. La fe en Dios es ante todo un acto personal, que se sitúa en la relación del yo y del tú. Por todo ello es congruente y adecuado hacer hincapié en esa perspectiva de la fe. Además hay que suponer de antemano que el contenido de una posible revelación de Dios tiene que ver incomparablemente más con Dios mismo y su misterio y que es inseparable del mismo mucho más de lo que ocurre con las afirmaciones objetivas de tipo empírico, que el hombre comparte y que de momento son acogidas en la fe. Martin Buber, en su libro “La tiniebla divina” afirma que el problema de Dios no es tanto una cuestión de capacidad cognitiva cuanto de capacidad de encuentro.

Para concluir, en la propuesta o reflexión que presentamos sobre el Credo, no pretendemos hacer una teología escolástica sobre cada uno de los artículos y grandes misterios que se encierran en las pro-fundas y ricas fórmulas, de ello se ocuparán las distintas materias que conforman los tres cursos del curri-culum. La intención fundamental es la de lograr conjugar las expresiones creyentes con actitudes y convic-ciones que animen y revitalicen nuestra vivencia cristiana. Estas páginas son sólo eso: introducción a un encuentro, razones para la esperanza y ánimo para una vivencia más intensa de las grandes riquezas de nuestra fe cristiana.

II. Contenido

Tema 1. YO CREO…

1.1. Rasgos del “yo creo” en la Biblia.
1.2. Explicación teológica del “yo creo”.
1.3. La dimensión dinámica de la fe.
1.4. Fe y salvación.
1.5. Fe y comunidad eclesial.

Tema2. EL CREDO CRISTIANO: SU DESARROLLO HISTÓRICO.

2.1. Elementos del Símbolo en el Nuevo Testamento.
2.2. Historia del “Símbolo de la fe”.
2.3. Hacia la fijación terminológica.
2.4. El “Símbolo de los Apóstoles”.
2.5. El Credo de Nicea.
2.6. El Credo de Nicea-Constantinopla.
2.7. El Credo de Éfeso.
2.8. El Credo de Calcedonia.

Tema 3.  CREO EN DIOS: UNO Y TRINO.

3.1. Creo en Dios: En un solo Dios.
3.2. Dios, Trinidad de Personas.

Tema 4. CREO EN UN DIOS PADRE TODOPODEROSO, CREADOR DE TODO.

4.1. Creo en Dios, Padre todopoderoso.

4.1.1. Aclaración de conceptos.
4.1.2. La paternidad de Dios: entre el malestar y la nostalgia.
4.1.3. Dios Padre, desde Jesús.
4.1.4. Un Padre que siente gusto por la fecundidad y la vida.
4.1.5. Resumen y acentos.

4.2. Creador y Señor de todas las cosas, visibles e invisibles.

4.2.1. Dios creador, por su amor todopoderoso.
4.2.2. El misterio de la creación: aspectos.
4.2.3. Resumen y acentos: “creador”.

Tema5. CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS…NACIDO ANTES DE TODOS LOS SIGLOS.

5.1. Títulos que expresaron la fe de la Iglesia desde los primeros tiempos.
5.2. La “preexistencia” del Hijo.
5.3. “Consubstancial” al Padre.

Tema 6. POR NOSOTROS, Y POR NUESTRA SALVACIÓN, BAJÓ DEL CIELO Y SE HIZO HOMBRE.

6.1. Fue concebido por obra del Espíritu Santo.
6.2….y nació de María Virgen.
6.3. Padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado.
6.4. Descendió al reino de la muerte.
6.5. Por nosotros y nuestra salvación: reflexiones teológico-pastorales.


Tema 7. AL TERCER DIA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS, SUBIÓ A LOS CIELOS…

7.1. Resucitó al tercer día.
7.2. Subió al cielo: Elevación de Jesús.
7.3. Está sentado a la derecha de Dios, Padre ominipotente.
7.4. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Tema 8. CREO EN EL ESPÍRITU SANTO…

8.1. Creo en el Espíritu Santo.
8.2. El Espíritu Santo: misterio y persona.
8.3. La acción del Espíritu: los siete efectos del Espíritu Santo.
8.4. A modo de reflexión conclusiva.

Tema 9. ..EN EL ESPÍRITU SANTO Y EN LA IGLESIA.

9.1. Creo en la Iglesia que es…
9.2. La Iglesia es sacramento de salvación.
9.3. Sacramento de Jesucristo.
9.4. La Iglesia, sacramento del Espíritu.

Tema 10. …UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA.

10.1. La presencia del Espíritu se expresa en las notas identitarias de la Iglesia.
10.2. La unidad en la pluralidad
10.3. La santidad de la Iglesia pecadora
10.4. La catolicidad de la Iglesia
10.5. La apostolicidad

Tema 11. CREO EN LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS Y EN EL PERDÓN DE LOS PECADOS

11.1. La comunión del Espíritu Santo.
11.2. La “comunión de los santos”.
11.3. La comunión en el perdón.

Tema 12. CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y EN LA VIDA ETERNA

12.1. Creo en la resurrección de los muertos: “Resucitados con Cristo”
12.2. La vida eterna: “para vivir siempre con Él”

 

III. Bibliografía general

  • BERMEJO, I.J., El símbolo apostólico. Historia y comentario (Madrid 2002)
  • COLOMER FERRÁNDIZ, F., Decir la fe. Comentario al credo ( Salamanca 1996)
  • CONGAR, Y.M., El Espíritu Santo (Barcelona 1983)
  • DEWART, L., Los fundamentos de la fe (Barcelona 1972)
  • DIAZ, C., Decir el Credo (DDB, Bilbao 2005)
  • EYT, P., Je crois en Dieu. Commentaire du Credo (París 1985)
  • FEINER, J. –VISCHER, L., Nuevo libro de la fe cristiana (Barcelona 1977)
  • FISICHELLA, R., (ed) Commento teologico al Catechismo della Chiesa Cattolica (Casale Monferrato, 1993)
  • FORTE, B., La Iglesia de la Trinidad (Salamanca 1996)
  • KASPER, W., Introducción a la fe (Salamanca 1990)
  • El Dios de Jesucristo (Salamanca 1986)
  • KELLY, J.N.D., Primitivos credos cristianos (Salamanca 1972)
  • KUNG, H., Credo. El Símbolo de los Apóstoles explicado al hombre de nuestro tiempo (Madrid 1994)
  • MARLÉ, R., Los cuatro pilares de la catequesis (Madrid 1996)
  • POZO, C., La venida del Señor en la gloria (Valencia 1993)
  • RAHNER, K., Curso fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo (Barcelona 1979)
  • RATZINGER, K., Introducción al cristianismo (Madrid 1976)
  • RUIZ DE LA PEÑA, J.L., La pascua de la creación. Escatología (BAC, Madrid 1996)
  • SABUGAL, Santos, Credo. La fe de la Iglesia. El Símbolo de la fe: Historia e interpretación (Zamora 1986)
  • SAYES, J.A., La Trinidad. Misterio de salvación (Madrid 2000)
  • SCHNEIDER, Theodor, Lo que nosotros creemos. Exposición del Símbolo de los Apóstoles (Salamanca 1991)
  • SCHöNBORN, Chr., La vie éternelle. Réincarnation – Résurrection – Divinisation (Paris 1992)
  • SULLIVAN, Francis, A., La Iglesia en la que creemos (DDB, Bilbao 1995)
  • TRESMONTANT, C., Introducción a la teología cristiana (Barcelona 1978)
  • URIBARRI, G., (ed), El corazón de la fe. Breve explicación del credo (Santander 2013)
  • WALDENFELS, H., Teología fundamental contextual (Salamanca 1994)
  • WILCKENS, U., La resurrección de Jesús (Salamanca 1981)
     

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