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LLEGARON DE NOCHE (España 2022)

LLEGARON DE NOCHE (España 2022) 31 de Marzo de 2022

En una premonición, el Padre Ellacuría enunció: “si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche, serán los militares” (frase de la que toma su título este film). Los jesuitas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), una de las más prestigiosas del país, en la década de los 80 del pasado siglo, eran partidarios de un acuerdo entre el Gobierno de El Salvador y la guerrilla, defendiendo la no violencia. Pero para un sector ultraconservador de los mandos militares del ejército, aquellos curas intelectuales eran considerados una amenaza. El mismo Presidente del país recibió una carta en la que le pedían la captura y un juicio sumario contra ellos.

Considerando el Centro Pastoral de esta UCA como un refugio de subversivos, debían de ser eliminados. Así, la noche del 15 al 16 de noviembre de 1989, los soldados entraron por la fuerza, ordenando a los seis jesuitas tumbarse boca abajo en el jardín trasero de la residencia, matando también a la cocinera y a su hija de 15 años. Este tremendo crimen, perpetrado por el Ejército, paradójicamente fue la espoleta improvisada que dio un impulso definitivo a los Acuerdos de Paz de El Salvador, acuerdos que pusieron fin a la guerra civil.

Personalmente me impactó este asesinato como los anteriores de tantos otros obispos, sacerdotes, catequistas y creyentes en los catorce años anteriores que acababa de vivir en Sudamérica. Ya estaba en España, pero seguía a Ellacuría, a la citada UCA y a la Teología de la Liberación

El director español Imanol Uribe en Llegaron de noche (España 2022, 107 min.) habla de estos asesinatos a través de la atónita mirada de Lucía, una empleada de la limpieza en la residencia donde vivían los sacerdotes dentro del Campus de la Universidad, que fue la única testigo de la matanza. Testigo de la atrocidad, con nocturnidad y alevosía, intentando cargarle los muertos a la guerrilla. Gracias a su determinación por sacar a la luz los hechos, hoy se puede rememorar en la gran pantalla lo sucedido aquella madrugada. Sus declaraciones han permitido que se traslade al espectador una historia amarga y esperanzadora a la vez.

Hasta la manera de ejecutarlos está fidedignamente presentada. El sermón pronunciado durante el funeral por el Padre Jon Sobrino, que salvó su vida al encontrarse fuera del país dando una conferencia, es el original pronunciado en aquella ocasión.

Esta mujer no tenía vocación de heroína, era una persona agradecida a quienes le dieron trabajo y la trataron con respeto y cariño. Con la excusa de protegerla ante un atentado, el FBI la ocultó en Miami, junto a su marido y su hija. Y ahí prosiguió su pesadilla. Intentaron con la metodología más artera que cambiase su testimonio y le cargase la barbarie a los guerrilleros. Los auténticos verdugos y sus cómplices estadounidenses la torturaron psicológicamente, la acorralaron, pretendiendo confundirla amenazándola.

Es notable la interpretación de la actriz Juana Acosta, que aparece levemente maquillada, sufriente, dubitativa, absolutamente creíble en el personaje de la mujer que ha sido testigo del horror y lo denuncia. También están muy bien Karra Elejalde y Carmelo Gómez, sin olvidar al resto de estupendos actores, su buena ambientación y vestuario, así como el montaje y el ritmo, tan espectacular implican al espectador, transmitiendo preocupación, ternura, temor, sospecha, rabia,...

Pero está narrada sin mucha garra expresiva, se habla mucho dentro de encuadres un poco televisivos, quizá para no distraer de su objetivo. Aunque esté claro quiénes son los buenos y los malos (los segundos sin matices inquietantes), en ningún momento resulta compleja ni apasionante, quizá son mejor sus intenciones que su estilo cinematográfico. El delicado asunto de la Teología de la Liberación, tan significativo en aquellos años y personas, solo es sugerido como un mero apunte en una escena en la que el Padre Ellacuría se dirige en clase a sus alumnos. Y así otros muchos aspectos, apareciendo muy de soslayo el protagonismo y la labor de Ellacuría y sus compañeros. Algo extraño en su director, que ha realizado películas turbias, desasosegantes y poderosas como La muerte de Mikel, Días contados y Lejos del mar.

Probablemente, lo que quizá llame la atención es que su trama que, por momentos roza el thriller, ese atisbo de luz que se vislumbra en el un poco innecesario por reiterativo final. Por ello, puede que la experiencia cinematográfica resulte plana para los más exigentes, ya que no cuenta con ningún recurso original y puede recordar a otros largometrajes convencionales.

Por otra parte, la presencia de la Compañía de Jesús en el cine nos ha dejado grandes títulos como La Misión (1986) o Silencio (2016). En este caso es un director español –aunque nacido en El Salvador y formado inicialmente en colegios de jesuitas– y ajeno a cualquier filmografía de ecos religiosos.

Al margen de la trama de crítica política, otro aspecto llamativo que el film expresa con gran elocuencia es la labor de la Iglesia a favor de la paz, del servicio a los más necesitados y del testimonio del Evangelio que representaban aquellos jesuitas, como en la actualidad siguen haciendo otros muchos cristianos.

Un largometraje de esta temática se prestaba a todo tipo de reduccionismos, lecturas parciales e ideológicas, y sobre todo a ser profundamente injusto, pero no cae en el previsible esquematismo ideológico típico de católicos buenos y católicos malos, o curas carcas y curas progres, que ha caracterizado ciertas películas. Tampoco es panfletaria ni con un mensaje explícito, así como tampoco es un documental. Esta interesante película merece la pena ser vista.

Y es que ocurrieron cosas sorprendentes y heroicas en aquellas batallas tan desiguales, tales como que una parte de la Iglesia católica, ancestralmente ligada al poder o especializada en cerrar los ojos ante los desmanes de éste, denunciara sus atrocidades, se pusiera de parte de las víctimas e intentara ayudarles. Esa gente se jugó la vida, alzó la voz, fue solidaria con los débiles, dejó huella.

 

Alfonso Esponera Cerdán, o.p.



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